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Dos años después aún no nos hemos enterado de qué va esto. La “pandemia” ha confirmado la decadencia de Occidente, la desaparición de los medios de comunicación y la confirmación de que sólo cuatro intelectuales han sido capaces de mantenerse firmes. El pueblo estalló de júbilo en las redes (según me cuentan) porque un presentador de un telediario se mostró ofuscado con los políticos porque no le habían atendido bien en su caso Covid. Buscó el aplauso fácil después de colaborar durante año y medio con telediarios indignos que han disparado el caos, dieron rienda suelta a cualquier teletipo sin contrastar y fueron incapaces de pararse y emprender un debate serio con profesionales acerca de lo que estaba ocurriendo. Lo que no hizo la prensa ni los famosillos intelectuales lo ha hecho ahora Novak Djokovic. Aún no somos conscientes de todo lo que habrá que agradecerle. El serbio ha despertado un debate que la mano que mece la cuna mantuvo enterrado. El éxito de los poderosos, a día de hoy, es evidente.
Mientras el serbio consolida su personalidad, Nadal ha demostrado que la corriente puede arrastrar hasta a un muro de carácter, fuerza y carácter como él. Porque Nadal, como la mayoría, aún no se ha enterado de que esto no va de enjuiciar el proceso de vacunación sino de libertades. La idea de pensar que a estas alturas aún hay que explicar esto evidencia la decadencia a la que hemos llegado. Nadal justifica la deportación del mejor tenista (y sano) de la historia porque hay que aceptar las normas. ¿Qué normas? ¿Las que aseguraron que las mascarillas no servían? ¿Las que imponen ahora para andar por la calle? ¿La aberración del pasaporte Covid, una licencia para contagiar? ¿La de las multas ilegales? ¿La de los encierros anticonstitucionales? ¿La de las altas que ofrecieron los médicos en los momentos complicados sin confirmar el negativo? ¿Las que te obligan indirectamente a vacunarte sin tener confirmada la eficacia de la vacuna?
Algún iletrado entenderá que este escrito es otra exaltación del negacionismo, así nos va. Y otros estúpidos lo verán como un ataque a alguien impecable y admirable (así lo creo) como es Nadal. No tengo conocimientos para ir en contra de la vacuna, pero no me considero moralmente superior para dividir la vida en buenos y malos. Y aún me reservo el derecho a dudar, si me lo permiten. La realidad es que al mejor tenista de todos los tiempos lo han tratado como un criminal y le han impedido entrar en Australia sano. Es, sin duda, un pulso en toda regla al sentido común que descubre muchas cosas. "No es una lucha de Novak, es una lucha por la libertad en el mundo", ha dicho su padre. ¿Todavía no lo entienden?
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